Aquí os dejo otro fragmento del libro, espero que os guste.
ÁNGELA
Las fases y su progresión hacia la desescalada por fin habían terminado, por lo que la gente se había comenzado a olvidar de todo lo que habíamos pasado esos meses. Y para que nos vamos a engañar, yo no me sentía del todo cómoda, por lo que prefería no juntarme con grandes grupos de gente.
Había quedado con Mireia en la que era ahora su nueva casa. Me acababa de mandar un mensaje diciendo que se le había complicado la jornada con un asunto de última hora y que tardaría un rato en llegar. Me dijo que Ana estaba en casa, por lo que ella me abriría la puerta. Personalmente había coincidido muy poco con Ana, pero he de reconocer que me daba un poco de pereza esa gente de rollo instagramer. La puerta principal me la abrió una mujer que salía a sacar a su perro, por lo que entré, subí el ascensor y toqué el timbre. Ana me abrió.
-Hola guapa, ya me ha avisado Mireia diciendo que venías, pasa.- Llevaba un conjunto de shorts y camiseta de tirantes blanco con una chanclas doradas, además de una sonrisa radiante. No pude evitar quedarme ensimismada con la casa, aquello fue como amor a primera vista. Suelos de madera, paredes blancas y un techo alto. Al fondo del salón había un platanero justo al lado de las puertas de un pequeño balcón a través del cual entraba mucha luz.
-Hola, sí, parece ser que le ha surgido algo de última hora. Por cierto, me gusta mucho la casa, es muy chula.-
-Muchas gracias. Si te digo la verdad con esto de la cuarentena también he tenido tiempo de fijarme más en la casa, una cosa ha llevado a la otra y he acabado cambiando bastantes cosas.-
-Ya, yo creo que con esto de haber pasado unos meses encerrados sin salir, mucha gente se habrá dado cuenta de cosas de su casa que quiere cambiar. Dejé mi tote bag en el perchero que tenían en la entrada y me acerqué hacia el sofá gris que reinaba la sala.
-Perdona, qué mal educada soy. ¿Quieres tomar algo? Espero que no haga mucho calor en casa; Madrid en verano es un horno.-
-Pues un vaso de agua fría estaría bien, muchas gracias. Pues sí, en eso te voy a dar la razón.- Mientras ella estaba en la cocina, me fijé en la calma y tranquilidad que transmitía esa casa. En ese momento oí unas llaves que giraban la cerradura de la puerta principal. A continuación pude ver a una Mireia sofocada que hacía aparición tras su mascarilla quirúrgica.
-Aire, aire, necesito aire.- Haciendo un gesto dramático se retiró la mascarilla de la cara.- Tengo todo el mostacho sudado, creo que mi sudor y lo que sea que lleve esta cosa han creado una masa que se me queda impregnada a la cara.-
-Buenas tardes, ya está aquí mi drama queen particular.-Dijo Ana saliendo de la cocina con dos vasos de agua.
-Hola Ángela, perdona el retraso, es que me he dado cuenta de que había un correo que tenía pendiente de solucionar justo cuando iba a cerrar todas las pantallas.-
-Hola guapa, no te preocupes, son cosas que pasan. ¿Qué tal?- acerqué mi codo hacia el suyo y nos lo chocamos.
-Estaré mejor cuando me haga con otro vaso de esos que estáis bebiendo vosotras; estoy deshidratada. Me paso el día sudando y bebiendo, sudando y bebiendo. Madrid, me matas en verano.- Ana, que no había probado su vaso de agua todavía, se lo dio y Mireia se lo bebió de trago.- Gracias, me has salvado de morir deshidratada.
-Exagerada.- Se burló Ana. Mireia se desplomó sobre el sofá y expulsó aire por la boca muy profundamente.
-Bueno Ángela, ¿qué tal? Hace mil años que no nos veíamos. Ha tenido que surgir una pandemia entre encuentro y encuentro.-
-Yo bien, poco a poco todo está volviendo a la marcha de siempre. Mucho más tranquila ahora que David también ha podido retomar las citas en el estudio, todo en orden. Por cierto, yo no había venido a esta casa antes y os tengo que decir que me gusta mucho.-
-Sí, la verdad es que estoy muy contenta. Eso sin tener en cuenta a la loca esta que ha empezado a desvariar con no se qué cosas de minimalismo y ahora ha empezado a tirar media casa.- Contestó haciendo referencia a Ana.
-Ángela, tu no te asustes, que por mucho que me llame loca con tanto cariño, en el fondo nos queremos. Formamos parte de una especie de dúo cómico que visto desde fuera puede asustar.- Me dijo Ana.
-Yo también conozco el minimalismo, pero viviendo con tu hermano no necesito hacer mucho esfuerzo en aplicarlo. Además, a raíz de empezar a viajar te das cuenta de que es mejor prorizar y minimalizar lo que puedas las cosas que te llevas. Al final acabas viendo que puedes prescindir de más de lo que al principio creías.- Corroboré yo.
-Ay Dios, no me digas eso, yo creía que ibas a darme la razón, no unirte a su clan. – Me reí. Vi como la mirada la Ana se iluminaba al escuchar que yo conocía el minimalismo.
-Yo acabo de empezar a salsear, pero las ideas que trata de transmitir me gustan. ¿Tú lo aplicas? ¿Lo conoces desde hace mucho? – Me preguntó ella, curiosa.
-Fue un poco por casualidad. Vi que había un documental de Netflix que trataba del tema y me llamó la atención. A raíz de esto empecé a leer un poco más sobre el tema y también encontré algunos podcasts que desarrollaban más conceptos de forma algo más amplia. Empecé a intentar aplicar parte de las cosas que consideré que me cuadraban y que creía que podía llevar a cabo. –
– ¿Qué cosas? – preguntó Mireia.
-Yo creo que empecé por las cosas más fáciles. El armario, los cajones, las estanterías y también la gestión de espacio y aplicaciones y el móvil. Puede sonar un poco friki, pero poco a poco fui notando que ese orden me proporcionaba mucha paz mental. Ver la pantalla de mi móvil bien organizada por categorías o vaciar mis armarios de cosas que no iba a utilizar me ahorraba mucho tiempo y me hacía sentir bien.- Comencé a explicar.- A ver, que parece que tengo un trastorno obsesivo compulsivo o algo así, pero os juro que si eres más consciente de las cosas que tienes y quitas del medio lo que no te sirve para nada acabas ahorrando tiempo y luego es más fácil reorganizar lo que tienes.-
-Sí, es verdad, estoy muy de acuerdo. Y oye, ¿hay algún error que crees que hayas cometido al principio? – me preguntó Ana, yo me reí.
-Pues sí, muchos. Me entro esa neura por tirarlo todo y acabé dejándome llevar por ese impulso inicial de tirar y tirar cosas. Al ver que me sentía bien al vaciar la casa de porquería que tenía acumulada y no me servía para nada, tiré cosas que quizás si tenía que haber mantenido. Luego me di cuenta de que tenía que encontrar ese equilibrio entre tirarlo todo y acumular por si acasos. Al fin y al cabo, al contrario de lo que yo creía al principio, el minimalismo no consiste en vivir con una cama y una silla, es cuestión de cuestionarme si las cosas que tengo me aportan algún valor. Empiezas con objetos y poco a poco lo amplias a nivel mental, social y otros ámbitos de tu vida. – Cogí aire.
-Joder, macho, no sabía yo que esto fuera una secta. Estáis escondidas por las esquinas. – Dijo Mireia. Ana levantó una pierna y le dio una patada suave, Mireia le tiró un cojín.
-Tú y yo tenemos que hablar más, tienes mucho que enseñarme, tú has pasado a vivir en el 2030 y yo sigo aquí encerrada en el 2020.- Me dijo Ana bromeando. – Podría estar escuchándote aquí durante horas. Me tienes que apuntar, por favor, los nombres de ese documental y esos podcasts que dices. Yo de momento estoy comprobado que ver mis armarios y las estanterías de la cocina limpios y organizados es como un orgasmo mental, me encanta. Y es lo que dices, sé lo que tengo y acabo hasta ahorrando dinero. Antes creía que me faltaban cosas que ya tenía, por lo que acababa comprando más y acumulando más, como un círculo vicioso. No sabes la de bolígrafos, calcetines o paquetes de legumbres y pasta que he sacado de los armarios y cajones. He empezado a meter los alimentos más básicos en botes de cristal y los he organizado de modo que sé lo que tengo. Cuando realmente se me acaban o veo que ya no hay más, lo voy anotando en un cuaderno que tengo en la cocina. Ah, y cuando voy a comprar intento ir con una lista, porque sino, acabo acumulando y cogiendo cosas que no necesito o que luego acabo tirando. – Empezó a explicar ella.
-Oye, ¿y qué vas a hacer con el tema de redes sociales? No me había dado cuenta antes tía, pero tú siempre estás subiendo contenido en el que enseñas las cosas que te envían o que pruebas, te compras y recomiendas. Eso es completamente contradictorio con esto que cuentas, y tú cobras de esas colaboraciones con marcas. – Añadió Mireia y de golpe a Ana se le cambió la cara.
-Lo sé, ya me he dado cuenta de eso. Vivo de eso y mis ingresos dependen principalmente de esa tendencia generalizada a acumular y consumir cosas. Estoy pensando en qué hacer, porque a estas alturas ya tengo un bagaje y número de seguidores que buscan consumir el tipo de contenido que hasta ahora venía haciendo. –
– No sé, a ver, yo no tengo ni idea de cómo funciona ese mundo, porque me mantengo un poco ajena a todo eso, pero yo creo que hablando se entiende la gente. Si explicas todo esto de forma abierta y desarrollas los motivos que te han llevado a cambiar de opinión, la gente lo entenderá. Puede incluso que contribuyas a que más gente se plantee sus hábitos de consumo. – Le aconsejé yo.
-Puede ser, pero también es verdad que hay mucha gente que se me echará encima. La malo que tienen las redes sociales es que te exponen a opiniones de todo tipo, lo cual a veces es como tirarse a los leones y exponerte a que te coman. –
-Los haters. Que les den. – Apuntó Mireia.
-Creo que nadie mejor que tú conoce todas las caras de la moneda, pero estoy segura de poco a poco irás viendo qué hacer y cómo hacerlo de la mejor forma. – Traté de calmarla.
-Además, también ayudas a tu padre con lo del hotel y si no te llega yo me comprometo a comer pasta y arroz con mortadela hasta que haga falta. – Dijo Mireia levantando la mano. – Digo esto pero estoy segura de que eso no va a pasar, sólo que ahora te estás haciendo caquita encima y ves nubarrones negros tras la montaña, nena.
Después de estar un rato más hablando y de que Ana se quedara más tranquila, decidimos preparar algo de picoteo para cenar. He de decir que una vez más había pecado de ser una juzgadora profesional como tantas veces David me dice. “Eres una juzgadora profesional; juzgas y juzgas.” Me suele decir dando golpes con el canto de la mano sobre la mesa. Yo siempre me río a carcajada limpia cuando lo dice, pero en el fondo sé que es verdad y que me precipito a juzgar o opinar sobre algo muy rápido. Con Ana me ha pasado algo así. No la conocía personalmente hasta esta tarde y la había metido en el cajón mental de niña pija superficial. Mireia siempre me hablaba de ella y me enseñaba las fotos que había subido en redes juntas. Claramente me he llevado una grata sorpresa. Son cosas como esta las que me demuestran que cuanto más abres tu mente más aprendes a cerrar la boca. Una vez más.